De la libertad del diafragma depende en gran parte la calidad de nuestra respiración.
-No respiro bien, me olvido de respirar, mis respiraciones son superficiales y cortas-
Es posible que te sientas identificado con alguna de estas expresiones, y si aún no te has parado a observar tu respiración, puede que después de esa toma de conciencia te suenen familiares alguna de ellas. Y es que sin tener ninguna patología respiratoria, mucha gente tiene la sensación de no respirar de una manera “adecuada”.
Pero es que de hecho podríamos decir que no hay una manera “adecuada” de respirar, ni siquiera respirar más hondo es la solución. Lo ideal sería que nuestra respiración cotidiana tuviera un vinculo estrecho con las exigencias físicas de nuestro organismo. Es decir que si subimos unas escaleras o vamos a correr, nuestras respiraciones fueran más profundas y si estamos relajados dando un paseo por el parque más lentas y relajadas. Estamos hablando de una coherencia respiratoria con lo que nuestro organismo necesita para funcionar en cada momento.
Es verdad que una respiración libre tiene algunas características en concreto, toda la caja torácica y abdominal oscila anterior y posteriormente, no requiere de esfuerzo y es rítmica y armónica. Pero no hay sólo una forma de respirar y de ello dependen muchos factores.
¿Qué es el diafragma?
La palabra diafragma se traduce en griego como separación o muro que separa. Y es que se trata de un músculo grande, potente y flexible que separa precisamente la cavidad aérea, de la líquida. Es decir se encuentra entre la caja torácica encargada de la respiración y la abdominal encargada de la digestión. Podríamos también hablar de él como una membrana de unión entre ambas. Y es que hay un contacto constante con los pulmones y los órganos de la cavidad abdominal en cada inhalación y exhalación. Es más, el diafragma en si no tiene forma propia, sino que se adapta a la forma y la presión de los órganos de cada persona. Cuando tomamos aire el diafragma se contrae y baja haciendo descender ligeramente el corazón, al exhalar se relaja y sube, empujándolo hacia arriba de nuevo.
Que el diafragma funcione correctamente depende de varios factores:
Nuestra postura: La forma de estar de pie, de sentarnos frente al ordenador con la espalda curvada, la manera de flexionar el cuerpo pueden provocar el aprisionamiento de la caja torácica lo que dificulta que el diafragma se mueva libremente. Para compensar la limitada entrada de oxígeno, incrementamos las respiraciones por minuto, lo que conlleva una respiración corta, rápida e incompleta que generalmente se vuelve crónica. Esto repercute a otros músculos relacionados con la respiración algunos más potentes y otros más pequeños que se sobrecargan con frecuencia y nos generan dolor.
Nuestras emociones: La actitud hacia la vida afecta a nuestra postura, ir erguidos o encorvados afecta a la capacidad de aire que obtenemos por nuestra respiración. Además las emociones como la rabia, la tristeza, los celos o la insatisfacción, también afectan a a la capacidad respiratoria. Si se cronifican, se convierten en actitudes físicas y limitadoras y que resultan dolorosas.
Nuestros hábitos: Llevar ropa ajustada puede limitar la respiración o llevar tacones altos hace que de desalinee el cuerpo del eje de gravedad, lo que se traduce en una contracción permanente de toda la cadena muscular posterior y esto provoca que se desalinee un músculo esencial en el cuerpo; el psoas ilíaco, que está entrelazado con el diafragma, y que puede perder su equilibrio posicional.
Lo ideal es ir al origen del problema. Observa tu estado emocional y en tu postura durante el día y averigua si están afectando a tu capacidad respiratoria. Estirar el cuerpo, flexibilizar la musculatura respiratoria y postural te puede ayudar a cultivar una conciencia corporal y respiratoria. Es entonces cuando la respiración se libera de sus limitaciones.
Sofia Vilà Terapias Naturales